Raro era escuchar antes hablar sobre alergias e intolerancias a alimentos.
Raro era escuchar antes sobre enfermedades como el autismo infantil, infertilidad, enfermedades tiroideas, celiaquía o alergias alimentaria.
A nadie le sentaba mal comer pan, ni leche ni huevos…
Nuestros abuelos comían de todo y raro era escucharles decir que tenían alguna restricción.
Estos abuelos y todos quienes crecieron desde el 1900 crecieron en un sistema de alimentación mucho más amable que el de hoy.
El mundo en el que vivimos hoy día no se parece para nada al de hace unos años. Es lo normal, somos seres evolucionados y cómo tal, debemos cambiar. Pero vale la pena preguntarse:
¿hasta qué punto estamos evolucionando?
Obviamente, ciertas prácticas de masificación son necesarias en un mundo cada vez más poblado, para poder abastecer las demandas de alimentos y de consumo; pero, el asunto cada vez se nos va más de las manos y las consecuencias las estamos viviendo.
Los que hoy viven y nacen, crecen y envejecen en un mundo más contaminado y bombardeado de sustancias para las que nuestro organismo no viene preparado y trata de “adaptarse” o al menos mantener la homeostasis o el equilibrio. Sin embargo, todo tiene un límite, y cuando se alcanza, aparece, sin marcha atrás, la enfermedad.
Claro está, esto es un fenómeno muy variable de individuo a individuo en el que influyen una diversidad de factores adicionales (genética, nivel de exposición, etc), y he allí, cuando típicamente observamos personas que se mantienen sanas a pesar de no llevar un estilo de vida saludable.
Hace unas cuantas décadas las condiciones de la ganadería, la agricultura y todo medio por el cual conseguir alimentos eran muy diferentes. Por ejemplo, la mayoría de las familias tenían su propio huerto, criaban algunos animales e incluso obtenían la leche de esos mismos, cocinaban en casa, todo al margen de cualquier forma de intervención de la calidad de los productos.
Hoy en día, lamentablemente no podemos decir lo mismo. No obtienes la leche de la vaca de la finca del vecino, no compras la harina en el molino del pueblo, ni menos sacas tus vegetales del huerto cultivados sin fertilizantes ni pesticidas, o al menos, muy pocas personas en los países desarrollados, pueden permitírselo (qué afortunado eres si aún puedes).
Las investigaciones señalan que las alergias, intolerancias y sensibilidades a los alimentos sin duda van en ascenso; y, adicionalmente que estas guardan estrecha relación con procesos de autoinmunidad e inclusive el cáncer.
Y, a pesar de que no se sabe con precisión cuáles son las razones por la cual hoy cada vez más personas están afectadas por una determinada alergia o intolerancia, los expertos indican que el crecimiento económico exponencial, la urbanización y la producción de alimentos de forma masiva, el cambio de alimentación hacia una más procesada y el estrés moderno parecen ser los culpables de esta epidemia galopante de la cual mucho se investiga, pero aún poco se sabe.
Así, una dieta cada vez más procesada y menos natural y un ambiente cada vez más tóxico física y psicológicamente, no sólo nos hace más propensos y sensibles sino también va poco a poco “dañando” y rompiendo el equilibrio de nuestro sistema inmune intestinal o “microbiota” intestinal, nuestra principal barrera de defensas y la encargada en gran parte de decidir qué tolerar y qué no.
¿Te gustó está publicación? Me encantaría saber tu opinión así que déjame todas tus dudas y comentarios que servirán para seguir nutriendo este blog…
No te pierdas la próxima entrada en donde detallaremos uno a uno los principales motivos que pueden estar influyendo en el aumento de las alergias e intolerancias.
Si te gustó, compártelo y si no quieres perderte ninguna publicación, no olvides suscribirte a mi web…
Gabriela Pocovi
Con amor,